lunes, junio 13, 2011

Experiencia/Erosión



He estado toda la mañana de tal mala leche que he tenido que repetir varias veces lo que estaba haciendo porque no era capaz de concentrarme. Se me ha ocurrido escribir sobre ello, otras veces me ha ayudado a deshacerme de sentimientos o sensaciones negativas. No es mi intención ofender a nadie, no es mi estilo devolver así la pelota, de manera que si a alguien le molesta lo que escribo, pido disculpas. Aunque, como he dicho en otras ocasiones, tengo dos lectores y ninguno de ellos está relacionado con lo que ha motivado mi malestar.

Es curioso cómo se dan las sincronías, el otro día leí una entrada en el blog de uno de esos dos lectores a los que he hecho referencia y esa lectura me hizo reflexionar sobre un tema que guarda relación con lo que en este momento me trae aquí. Tengo mucho en común con esa persona, sobre todo, me veo reflejada en su pasión (aunque a mí me dura bastante menos, como todo); pero claro, nos separan más de diez años y nuestras experiencias vitales han sido muy distintas. Él escribía sobre un tema ante el que yo hubiese reaccionado del mismo modo hace unos años y me preguntaba cual sería mi reacción ahora. Creo que ahora tengo la respuesta.

Anoche viví una experiencia bastante desagradable on-line. Aunque muchos no lo entiendan así, yo considero que las personas con las que hablo a través de internet son como yo, es decir, no son máquinas, no son una prolongación de un ordenador, son personas que deciden interactuar con otras por este medio y procuro tratarlas como hago con las personas que me encuentro en mi vida cotidiana, en mi entorno inmediato: como espero que me traten a mí, con respeto.

No me asustan los enfrentamientos, no me gustan, pero no huyo de ellos. Gracias (sí, sé que he usado esa palabra) al lugar donde he trabajado durante casi toda mi vida laboral, he aprendido a enfrentar las cosas cuando merecen la pena y a hacer oídos sordos cuando no la merecían. Eso es lo que me diferencia de la persona a la que leí hace unos días. Se han dicho muchas cosas de mí que cuando tenía veinte años me dolían y me ofendían y que ahora... me hacen sonreír.

Pues bien, dicho esto, entenderéis que el hecho de que una niña insegura con un injustificado ataque de cuernos me llame puta... no me ofende (es cierto de que no ofende quien quiere sino quien puede) pero me molesta sobremanera la falta de educación. Que tratara de ofenderme a mí con tan poco estilo y tino es más anecdótico que otra cosa pero que intentara atacar a otros como lo haría un niño en el patio de un colegio... me supera. Por suerte, el resto de las personas no entró al trapo y el tema no fue a mayores.

Ahora es cuando viene la parte de la reflexión, ahora ya sé lo que hago cuando alguien, que ha demostrado no estar a la altura de la gente de la que me gusta rodearme, me provoca: pasar. No tengo necesidad de seguir sufriendo los ataques de alguien así (éste no ha sido el primero sino la gota que ha colmado el vaso) aunque eso signifique perder la compañía de otras dos personas que sí merecen la pena. La experiencia es un grado y supongo que ella también madurará en algún momento.

Hay que saber elegir las batallas y no desgastarse tratando de pelearlas todas. Por cierto, que tengo que agradecer la compañía de una de las personas implicadas que me estuvo aguantando hasta las mil.... ;-).


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2 Comments:

Blogger Arwen_mge said...

Creo que, al menos, tienes una lectora más de los que te crees.

Y bueno, eso es algo que aún tengo que aprender, a elegir mis batallas y no estrellarme en todo cual Quijote con sus molinos...

4:35 p. m.  
Blogger Lhiannan said...

Pues sí, ¡ya sois tres!

Eso te lo da la experiencia. Sencillamente te cansas de estrellarte contra muros y decides cuáles quieres intentar atravesar en vez de hacerlo con todos.

¡Ya te dije cuando nos conocimos que me recordabas a mí!

12:29 p. m.  

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