jueves, junio 25, 2009

Ciclos

Dicen que cuando una puerta se ciera, se abre una ventana. Espero que sea una ventana amplia y no muy alta para que pueda pasar a través de ella, no soy muy hábil que digamos.

Siempre hablo de sensaciones y tengo que aclarar que, en mi caso, esas sensaciones son más fiables que casi cualquier certeza o la mayoría de las informaciones que me den los otros cinco sentidos. He estado mucho tiempo dándole la espalda a ese "sexto sentido", ignorándolo o puede que desconfiando de él. Es como si me hubiese dividido en dos y hubiese optado sólo por una de esas partes de mí. Ahora me toca volver a unir las dos mitades para volver a ser yo misma.

La mayoría puede pensar que esto desvariando pero hay otros que saben exactamente de lo que estoy hablando.

La cuestión es que yo siempre he estado sola. Sola para resolver mis problemas (y los de los demás). Ni siquiera solía hablar de ellos con nadie hasta que ya los había solucionado.

Los últimos cinco o seis años he tenido la inmensa suerte de tener a alguien en quien apoyarme, alguien que me ha estado acompañando en lo bueno pero mucho más en lo malo y en lo peor. Ahora vuelvo a mi soledad pero no lo lamento. Agradezco haber sido tan afortunada, agradezco haberlo encontrado. Pero ahora ya no está.

Todo tiene un lado positivo y otro negativo. Ahora tengo que volver a unir mis dos mitades y volver a seguir mi camino en solitario. No me pesa, no es una queja. Es, sencillamente, una explicación de parte de lo que me está ocurriendo. Se ha cerrado un ciclo y se abre otro. Las transiciones no suelen ser fáciles pero, por suerte, soy práctica y puesto que no puedo hacer nada para evitarlo, intentaré llevarlo lo mejor posible, adaptarme tan rápido como pueda.

Es un buen momento para los cambios. La Luna Nueva es perfecta para iniciar nuevos proyectos. Es mi fase favorita.



Etiquetas:

martes, junio 16, 2009

Desde que te has ido




Este cuento ya ha sido publicado anteriormente en un blog colectivo que recomiendo a todos, www.elmonasterio.org. Son (somos) una panda de locos incomprendidos que a priori podemos dar una imagen que no tiene mucho que ver con lo que somos en realidad. Supongo que se trata de asustar primero para que luego nada pueda sorprender demasiado, para que al entrar cualquiera se pueda hacer una idea del lugar al que ha llegado. Allí publiqué otros cuentos que posiblemente también cuelgue aquí; éste cuento nació solo, casi sin ayuda. Ya hablaré de mi esquizofrenia creativa otro día.



DESDE QUE TE HAS IDO

Me sigo preguntando cómo sigo aquí, del modo que sea. No puedo creer que continúe en este lugar, sin ti. No entiendo cómo ocurrió, qué fue lo que nos llevó hasta el momento en que todo acabó, en que todo comenzó. Ni siquiera sé qué fue lo que motivó la última discusión, no consigo recordar cómo empezó. Pero sí sé cómo terminó. Aun recuerdo el portazo, retumba en mis oídos continuamente.

Ese portazo fue el final, el principio. Me quedé allí, de pie, esperando a que volvieras. Creyendo que lo harías. Confiando en que regresarías. Pero no volviste. Después de algún tiempo que pudieron ser minutos u horas, conseguí moverme. Después de unos días volví a mi vida. No sabía que era posible vivir con un dolor tan inmenso, hubiese pensado que un dolor así te mataría, pero no. Continuaba viva, o algo parecido. Tardé un tiempo en notar que ese dolor, esa ausencia, sí me estaba matando, pero lo hacía poco a poco y no de forma inmediata.

Cada objeto, cada rincón de la casa tenía una huella tuya, un recuerdo, una imagen. Todo me recordaba tu ausencia, tu falta. Todo se me clavaba y me hacía sangrar. Todo acababa haciendome oír el portazo.

Desde que te has ido, es como si mi vida hubiese empezado a borrarse. Comencé por no encontrar algunas de mis cosas. Recuerdo que al principio no le dí demasiada importancia, ya sabes lo despistada que soy, no era raro que no consiguiera encontrar las llaves a la hora de salir y tuviera que coger las de repuesto. Pero llegó un momento en que eran otras cosas, cosas más grandes y que no había perdido antes. El primer objeto que eché de menos fue la maceta que tenía en la sala de estar, ¿la recuerdas? aquella tan bonita con flores blancas. Una mañana, cuando fui a regarla ya no estaba. Una maceta no es algo que se pierda así como así, ¿verdad? Después fue la televisión, tampoco importaba, ya no la veía. Aunque la encendiera no la miraba, no la oía, casi siempre estaba mirando a la puerta o a través de la ventana, seguía esperando a que volvieras.

A continuación desaparecieron mis libros, mis amados libros; lo sentí, pero lo cierto es que no los eché de menos. Había dejado de leer. Coloqué un sillón de cara a la puerta y era ahí donde pasaba mi tiempo libre. Esperando tu regreso.

Así fueron desapareciendo mis cosas, poco a poco. La verdad es que ya no le daba ninguna importancia, en realidad no las necesitaba así que era un alivio que la casa se fuese quedando vacía. Así había menos cosas que me recordaran a ti. Pero el dolor no desaparecía, no se aliviaba. De hecho, se iba agudizando. ¿No es curioso? Dicen que el tiempo lo cura todo. ¿No es éste el tipo de cosas que cura el tiempo? No, supongo que deben referirse a otro tipo de asuntos.

Llegó un momento en que tuve que dejar el trabajo. No me había dado cuenta pero mis compañeros me lo hicieron notar. Fue como si me estuviera decolorando, como unos tejanos mil veces lavados. Al principio sólo me decían que estaba algo pálida, como cuando tienes anemia, nada fuera de lo común. Se preocupaban por mi salud; no sé cómo se enteraron de que te habías ido, no recuerdo haber hablado con nadie de ello, no podía hacerlo porque aun esperaba que volvieras.

Después el tema se fue agravando, la gente se volvía a mirarme por la calle, parecía como si me estuviera desvaneciendo, apenas se me veía. Tuve que dejar de salir, lo cual estuvo bien porque también había desaparecido mi ropa. Tampoco me importó, no soportaba ver a la gente hablando, comiendo, riendo, jugando… ¿cómo podía el mundo seguir girando para todos si para mí se había detenido? Hubiese dicho que los relojes de la casa se habían parado en el momento del portazo pero lo cierto es que no podía, para entonces los relojes ya habían desaparecido, como los espejos, los muebles… sólo quedaba el sillón frente a la puerta y la silla frente a la ventana. Te seguía esperando.

Pero también el sillón y la silla desaparecieron. Al menos, la puerta y la ventana sí siguieron en su sitio. No te puedo decir cuánto tiempo continué de ese modo porque, como te he dicho, para mí el tiempo ya no existía.

Después empezó a venir gente a la casa. Entraban, la recorrían y luego salían. No paraban de hablar. Que si tiene mucha luz, que si no hay sitio para los niños, que si es muy cara… No entendía de qué hablaban pero tampoco les prestaba mucha atención así que supongo que era normal que no me enterara. Por suerte, todos me ignoraban, no me daban ni los buenos días; yo lo agradecía, la verdad, no me apetecía hablar con nadie.

Un día, creo que era por la mañana porque estaba mirando por la ventana y pensando que era una bonita mañana para que decidieras volver, llegó una pareja joven con una niña. Trajeron muebles y un montón de cosas en cajas. La verdad es que en nuestro hogar había sitio de sobra, ya no quedaba nada de lo que habíamos tenido nosotros.

Aunque la pareja me ignoraba todo el tiempo, un día la niña se me acercó y me preguntó el motivo por el que vivía en su casa. Aunque yo no tenía ganas de hablar con nadie, me parecía una descortesía no responder a la pregunta. Le dije que era mi casa pero que no se preocupara, que no me molestaba que vivieran en ella.

Otro día la niñita quiso saber por qué iba todo el tiempo de la puerta a la ventana. No podía ignorar a la chiquilla, no me parecía educado, así que le dije que estaba esperando a alguien. Como quiso saber más, ya sabes lo curiosos que son los niños, le hablé de ti, de tu sentido del humor, de tu mal despertar, de las trampas que hacías cuando jugábamos a las cartas, pero, sobre todo, de tu dulzura, tu amor por todo y por todos, de tu pasión por la vida y del cariño que nos teníamos. Creo que llegó a conocerte tan bien como yo.

Me gustaba hablar con ella, parecía entenderme y, al fin y al cabo, era a la única persona a la que le había dicho que te habías marchado. Se ponía muy triste cuando le decía que te esperaba, me decía que no volverías, que había pasado mucho tiempo. Yo le sonreía y le respondía que ella era muy joven y no entendía las cosas de los mayores, que estaba segura de que tú volverías, que no podías haberte ido para siempre así como así, por una simple discusión y dando un portazo que yo seguía oyendo.

¿Sabes? Pasó el tiempo, pasó mucho tiempo y sólo lo noté cuando la niña dejó de hablar conmigo: habia crecido, se hizo una mujer y pasó a ignorarme, como hacían sus padres, como hacían todos los que venían a casa. Lo cierto es que la extrañé, era la única persona con la que había hablado desde que te fuiste. Sólo ahora, después de no sé cuánto tiempo, sé que no vas a volver, sé que te fuiste para siempre.

También ahora, sólo ahora, sé por qué no he dejado de oír el portazo en mis oídos, el sonido habia sido demasiado fuerte para que fuera sólo una puerta contra su marco: a la vez que el golpe de la puerta, sonó mi corazón al romperse.


Etiquetas:

Pruebas

Leí una vez que la vida nunca te pone pruebas que no puedas superar.

Supongo que es una afirmación discutible en según qué casos; pero, personalmente, y hasta ahora, he podido superar las pruebas que me he ido encontrando. Soy de las que piensan que todo lo que no te mata te hace más fuerte y que, además, no hay muchas cosas que puedan matarte sin tu propio consentimiento.

En cualquier caso, lo que esta noche me ha traido aquí ha sido una sensación, una especie de desasosiego que me ha hecho percatarme de algo que me parece, cuando menos, curioso.

Los últimos días he vivido alguna situación difícil, complicada. Una especialmente dura pero ha estado "acompañada" de otras algo menores. En esos momentos, respiro hondo (metafóricamente), levanto la cabeza y echo a andar hacia adelante. Ya analizaré los hechos más tarde, cuando los haya superado, cuando los haya dejado atrás. De acuerdo, hasta ahí, todo es casi normal. Hace unos momentos he tenido un pequeño disgusto con mi operadora móvil. Insisto, algo insignificante comparado con lo ocurrido estos días atrás, pero que me ha hecho sentir mal. Me he sentido acongojada, como si todo se cayera a mi alrededor... ahora me río. El fin de semana ha sido casi catastrófico y el inicio de la semana aun peor pero una chorrada mínima ha hecho que todo me abrume.

Aun así, sólo ha sido un momento. Un instante. No voy a permitir que eso me haga pensar en lo que dejo atrás. Aun no.

Por cierto, lo justo es dar las gracias a alguien que me escucha, es más, a alguien que me ha obligado a hablar cuando lo que suelo hacer es escuchar. El Principito me ha dado el último empujón que necesitaba para volver a caminar. Muchas gracias.


Etiquetas:

domingo, junio 14, 2009

De vuelta a mi Mundo


He estado algún tiempo (mucho tiempo) apartada tanto de la Magia como de mi propia espiritualidad. Sé que suena algo absurdo porque casi se trata de separarme de una parte de mí misma pero en realidad ha sido así.

La realidad material que me rodea me ha llegado a asfixiar y me ha hundido hasta su mismo fondo del que ahora me propongo salir. Aunque me avergüence decirlo, me ha llegado a cegar hasta el punto de olvidar mis principios, las bases que han sustentado mi vida durante años. Bases que no eran aleatorias sino buscadas, encontradas y meditadas hasta llegar a adoptarlas (de esa cuestión hablaré en otro momento).

Hoy vuelvo porque la Magia me ha llamado, me ha reclamado la vuelta al redil por medio de sincronicidades. Mis manos, que en su momento se negaron a sostener las láminas de mi tarot (o puede que ellas renegaran de mis manos), han vuelto a barajarlas y tirarlas y esas láminas me han hablado por medio de sus símbolos.

Ahora siento cierta paz, cierta tranquilidad. Siento que acabo de volver a casa después de un largo y accidentado viaje. Ahora que vuelvo a tener los pies en el suelo (aunque parezca paradójico), sé que puedo empezar a resolver los problemas. Todos necesitamos un punto de referencia, un anclaje. Ahora vuelvo a tenerlo.

He vuelto!

Etiquetas: